La narrativa de posguerra civil
El aporte de Daniel Alarcón a la literatura peruana actual es una mirada sin prejuicios, que no cuestiona al poder pero que tampoco pretende cuestionar al enemigo declarado en la historia oficial: Sendero Luminoso. Es decir, en su obra los buenos y los malos, como tales, no importan; lo que interesa es la experiencia de sus personajes y su propia reflexión sobre los hechos.
MIRADAS
Jorge Luis Cáceres
8/1/2025


La narrativa de posguerra civil
Daniel Alarcón y el caso de De noche andamos en círculos, Seix Barral, 2014.
Daniel Alarcón nació en Lima en 1977, pero ha vivido en los Estados Unidos desde niño, por lo que su lengua materna es el inglés. Sus dos libros de cuentos War by Candlelight: Stories (Harper, 2005) (Guerra a la luz de las velas); The King is Always Above the People (Granta, 2007) (El rey siempre está por encima del pueblo), y las novelas Lost City Radio (Harper, 2007) (Radio Ciudad Perdida) y At Night We Walk in Circles (Riverhead Books, 2013) (De noche andamos en círculos), además de las historias breves City of Clowns (The New Yorker, 2003) (Ciudad de payasos) y The Provincials (Granta No. 118, 2012) (Los provincianos), están escritos en inglés y posteriormente han sido traducidos al español.
Esto ha generado en Perú un debate sobre su obra, que, a pesar de ser muy reciente, forma parte del canon de la nueva narrativa peruana. Algunos críticos consideran que Alarcón tiene una mirada muy lejana del Perú y de su historia, la cual, como narrador realista, intenta plasmar en su obra.
Otro punto discutido en sus textos es el tratamiento que le ha dado al tema de la guerra civil. Sin emplear nombres propios, se refiere a Sendero Luminoso, al gobierno y al Perú, utilizando otros nombres que modifican en parte la historia oficial y que, como buen narrador, reinventa un país que solo existe en su cabeza y guarda apenas relación con el territorio geográfico donde nació. La guerra civil es persistente en la obra de Alarcón; él mismo ha dicho, a propósito de la publicación en español de De noche andamos en círculos: "Nadie le dijo que una novela tenía que ser chistosa" (Planas, 2014). Por lo tanto, al intentar distanciarse del hecho histórico más importante de las últimas décadas en el Perú —que marcó a toda una generación por el horror que significó—, terminó siempre por retornar, incluso de forma involuntaria, a la violencia, matizada en el caso de su novela por el teatro, la bohemia de Lima y por lo complejo que significa el amor juvenil.
El caso de Alarcón es curioso: aporta con su obra una mirada distante de la guerra civil, casi desde el desarraigo que sufrieron sus padres, quienes tuvieron que huir de una circunstancia hostil que termina por afectar parte de su obra, donde aborda lo sórdido de su versión del Perú, representada por paisajes miserables y desoladores.
Para Alarcón, la construcción de lo sórdido proviene de la memoria y de esa historia de fragmentos rotos contados a cuentagotas por los recuerdos familiares. Su aporte a la literatura peruana actual es una mirada sin prejuicios, que no cuestiona al poder pero que tampoco pretende cuestionar al enemigo declarado en la historia oficial: Sendero Luminoso. Es decir, en su obra los buenos y los malos, como tales, no importan; lo que interesa es la experiencia de sus personajes y su propia reflexión sobre los hechos.
A los personajes que ha creado Alarcón en De noche andamos en círculos no les interesa tanto el bien común ni están reflexionando sobre el futuro de un país, porque al narrar la historia de Nelson, Patalarga o Henry Núñez, Alarcón está narrando las pequeñas resistencias que existen en el hombre común, que lucha en una pelea solitaria en busca de su propia realización personal y que es constantemente asediado por una sordidez que lo asfixia en un paisaje siempre gris y desesperanzador, como si se tratara de la descripción de una sucursal del propio infierno.
Alarcón es un escritor que mira de lejos a su país, o más bien que lo reinventa desde lejos —en concreto, desde los Estados Unidos, donde tiene su residencia—. En una entrevista que le realicé en febrero de 2015, le pregunté, entre otras cosas, sobre el tema más recurrente de su narrativa: la guerra civil que vivió el Perú en las décadas de los ochenta y parte de los noventa, y que se recrea en varios pasajes de su novela De noche andamos en círculos. Su respuesta fue:
"Creo que en menor intensidad que en anteriores libros [refiriéndose a la novela en mención]. Intenté escribir una novela cómica, una novela del teatro, una novela de la cárcel. Pero a pesar de mis intenciones, la guerra, sus huellas y sus heridas surgieron entre mis personajes. En ese caso, uno simplemente lo permite y abandona la idea de la novela que tenías en mente".
Tomando como punto de partida esta respuesta y la premisa de que Alarcón concibe su literatura como un ejercicio espontáneo, voy a analizar algunos de los pasajes más representativos de la novela que muestran a la serranía peruana como un territorio inhóspito y desolado, casi rapado al cero, como si desde la imaginación del novelista se dibujaran en un lienzo similar al Perú temas como el regionalismo, el clasismo, los vestigios de violencia dejados por las heridas de la guerra, los pueblos dentro de un país desconocido, etc., que permiten al escritor vivir en la ficción, pues, en el caso de Alarcón, "el país que recrea no es el Perú y lo que describe no es esa historia que, sin haberla vivido, parece entender mejor que nadie. Lo suyo, lo sabe bien, es la ficción, sin objetividad y sin nombres reales, sin traumas ni complicaciones" (Neyra, 2014).
Y es precisamente ese alejamiento de la historia oficial lo que permite al novelista trabajar sobre una materia nueva, que otorga licencia para crear un territorio que bien podría ser la serranía de cualquier país de Latinoamérica.
En el caso de De noche andamos en círculos, se trata de una relación especial del hombre —de todas las acciones y acontecimientos de su vida— con el mundo espaciotemporal, que tiene que ver con la construcción y el desarrollo de los personajes al aire libre y en continuo desplazamiento.
En la novela, Nelson, un estudiante de teatro que vive en una ciudad que podría ser Lima, está buscando un viaje que lo vuelva a conectar con su interior, pues siente que su rumbo en la vida ha perdido su curso. Su novia lo ha dejado; su hermano, que vive en los Estados Unidos y que prometió llevarlo con él, no lo ha hecho aún, y parece que el viaje siempre se posterga por alguna razón externa al dominio de Nelson. Su padre ha muerto, y eso coloca a Nelson en una posición de profunda negación ante los hechos que lo rodean como individuo.
En esta trama de conflictos adolescentes, de encuentros y desencuentros, ocurre algo que cambiará el curso de las cosas. En escena aparece Henry Núñez, un olvidado actor y director de teatro que era el principal de un emblemático —casi mítico— grupo de teatro llamado Diciembre, quien está realizando un casting para reclutar nuevos miembros del afamado grupo e iniciar una gira de su obra El presidente idiota por el interior de ese país inventado, donde aún se observan las cicatrices de la guerra civil. En detalle, el recorrido del viaje —cuando Nelson ya conforma el grupo junto con Patalarga y Henry— es el siguiente:
"...el recorrido abarcaría: San Luis (donde uno de los integrantes de Diciembre tenía un primo); una semana y media en la sierra, en las alturas y alrededores de Corongo (donde ese mismo hombre había nacido y donde aún vivía su madre); Canteras (donde Henry Núñez había vivido desde los nueve años hasta que huyó a la capital a los catorce); Concepción y después cruzarían la cresta montañosa hacia Belén, para luego descender a los valles. Posadas, El Arroyo, Surco Chico, nuevamente arriba hacia San Germán, y a continuación a la costa. En medio de todo eso, una docena de pueblitos. Un itinerario ambicioso. El corazón del corazón del país" (Alarcón, 2014, p. 30).
El miedo en la construcción del ambiente sórdido de la serranía presente en la obra es latente. Cuando la madre de Nelson se entera de que su hijo está a punto de iniciar la gira junto a Diciembre por el interior de la serranía, reflexiona sobre los peligros que puede acarrear dicha decisión, pero lo hace rememorando los años de la guerra civil:
"El hecho de que alguien pudiera siquiera ir al interior aún le asombraba: durante la guerra, buena parte del país había sido zona de emergencia, demasiado peligrosa para viajar, pero ahora su hijo abordaría un autobús nocturno sin pensarlo dos veces" (Alarcón, 2014, p. 31).
Cuando parten a la sierra, Nelson se ve enfrentado a un nuevo camino. Bajtín define a la metáfora del camino en la novela como "el cronotopo del camino, ligado a los personajes, que tiene mayor volumen, pero es menor su intensidad emotivo-valorativa" (Bajtín, 1989, p. 394). Con esto, Bajtín pretende definir que en el camino se interrelacionan diferentes tipos de personas de toda clase social, religión y edad, marcados por el destino que se combina y se dispersa a medida que los personajes transitan por él. En el caso de la novela en mención, el camino está trazado por un plan que predispone a los actores y los enfrenta a lo desconocido. Para Nelson, el viaje por "el miserable país" (Alarcón, 2014, p. 53) y la deprimente serranía "se volvía extraño cuando uno subía por encima de los cuatro mil metros de altura, ese umbral sobrenatural más allá del cual toda la vida se vuelve teatro y todo el teatro se vuelve beckettiano. El aire enrarecido es mágico" (Alarcón, 2014, p. 53).
El pensamiento de Nelson acerca de su país —del cual quiere marcharse a toda costa— se limita a lo desconocido de su "miserable país", pues para él, prepararse para dar funciones en un montón de pueblos andinos congelados lo ubica en una dicotomía aprendida desde la niñez, pues siempre "le habían enseñado que había dos países diferentes: la ciudad y todo lo demás. Algunos lamentaban esa división rígida, otros la celebraban, pero nadie la cuestionaba" (Alarcón, 2014, p. 91).
Al cuestionarse sobre la diversidad y sobre "lo demás" que existe en su "miserable país", Nelson descubre que hay ciudades donde hace demasiado frío, donde la niebla se aferra a los cerros y donde casi siempre llueve, enrareciendo el paisaje. Esta descripción temporal, presente en la novela de Alarcón, se yuxtapone con la apatía de la gente de la serranía.
El escenario que construye el escritor es propio de los recuerdos que se desdibujan en las mentes de los demás personajes que acompañan a Nelson en su viaje. Para Henry, esta nueva gira implica enfrentarse con su pasado, marcado en la sierra. A su paso, otros personajes le recuerdan lo que sucedió la última vez que estuvieron por ahí, cuando los años de la guerra estaban en su punto de ebullición y todos los muertos que acarreó su visita, así como la implicación que le hicieron a Diciembre con los terroristas. El tema de la guerra, como ya lo ha expresado Alarcón, es un motivo que siempre late en su obra y que contrasta con el espacio gris que se puede leer en la novela, y que, a los ojos de Nelson —un extraño en su propio país—, se incrementa a niveles insospechados.
"Diciembre actuó en pequeños pueblos y caseríos por toda la región, sometidos a un clima que Nelson nunca antes había experimentado. Algunas mañanas era como si el sol nunca saliera, y las nubes azules y púrpuras se arremolinaban en el cielo hasta el caer de la tarde, cuando finalmente se desataba el aguacero. Otros días, no era la lluvia sino el viento a lo que debían enfrentarse: soplaba feroz y despiadado por el valle, y dejaba a Nelson con las mejillas enrojecidas y el cuerpo helado. Pero entonces, de improvisto, el techo de nubes desaparecía y salía el sol. Todo relucía, incluso las montañas, y él pensaba: este es el paisaje más hermoso que he visto en mi vida. Pero nunca duraba mucho; después de una hora, las nubes volvían" (Alarcón, 2014, p. 111).
El contraste que hace Alarcón respecto a la metrópoli y las provincias ha dado mucha tela que cortar. Entre sus críticos están quienes dicen que su obra siempre mantiene un sesgo muy marcado entre la urbe y lo rural.
En lo particular, considero que este manejo del espacio-tiempo es solo una técnica narrativa que utiliza el novelista para profundizar en el desconocimiento que existe sobre la diversidad cultural del propio país. En el caso de Alarcón, al ser un escritor criado desde niño en los Estados Unidos, ese desconocimiento se traslada a su obra, que indaga en el conflicto interno de la no pertenencia a un lugar.
A mi entender, Alarcón no está escribiendo nada nuevo respecto a este tema de la guerra civil y la violencia vivida en el Perú, pues en la novela Lituma en los Andes, de Mario Vargas Llosa, ya se puede apreciar cómo, en 1993, el autor de La ciudad y los perros estaba reflexionando sobre la distancia que existe entre el mundo mestizo aburguesado (si se quiere) y el mundo indígena, y esa incomprensión que existe entre ambos, ese continuo desencuentro que obliga al desconocimiento mutuo.
Bibliografía
Alarcón, Daniel. De noche andamos en círculos. Barcelona: Seix Barral, 2014.
Bajtín, Mijaíl. Teoría y estética de la novela. Madrid: Taurus, 1989.
Neyra, Alejandro. "El Buen Salvaje", 2014. http://buensalvaje.com/2014/07/15/de-noche-andamos-en-circulos/.
________________________
Jorge Luis Cáceres, escritor, premio nacional de literatura Joaquín Gallegos Lara.


Inktelecta
Es un proyecto asociado con
Editorial El Conejo
www.editorialelconejo.com
Suscríbete a nuestra newsletter
© Inktelecta, 2025
Web: Santiago Larrea